Leer empedernidamente tiene su lógica. Se trata de ese apego a los libros y al placer de la lectura que es único. Que del cielo, una trilogía o aquellas sagas de cinco o seis tomos se te vengan «fácilmente» en la mochila, es como pedirle agua al desierto. Facilitar eso, forma parte de ese combo al que uno quisiera llamar «electrónico». La decisión ya está tomada. Comienzo una tarea que me resulta, en principio monótona. Tengo que encontrar el aparato ideal, que se ajuste a mis necesidades. Tengo que intentar dar con ese «lector electrónico» que quiero que me esté esperando.
De buenas a primeras, la búsqueda parece no llevarme a ningún lado. Solo en apariencia. Con un poco de pericia, ganas y neuronas quemadas, pude empezar a quebrar la leve resistencia, que en principio, parecia oponer la red de redes. Poco a poco me acomodé y en la pantalla de mi notebook, los resultados no se hicieron esperar.
Aún con todo lo que logré, una tempestad de inserrucciónes internáuticas me embarullaron la misión. Si pudiera, le diria a la computadora que me tenga un poquito de paciencia. Con constancia, mis averiguaciones comenzaron a parecer una nave espacial en zozobra. Una nave atrapada por una tempestad cósmica. Una nave con un timonel extraviado, buscando un punto de apoyo y de salto al ciberespacio, que dentro de sus límites engañosos, hacen de lo finito casi infinito.
El único tripulante, osea quien escribe, escapa a un planeta imaginario y para peor… desierto. ¿Serán tan despobladas de palabras las páginas que busco? Los años de navegar por internet, me permiten saldar viejas cuentas y dar con los datos necesarios. Un lista de aprobación y tachas se deja crear en el Blog de Notas y por descarte, los puntos a favor y en contra hacen juego con las estacionadas palabras que describen «ereaders», que sin saberlo, están compitiendo de acuerdo con mi «gusto y paladar».
Logro encontrarme con la panacea en este asunto. Pergeño un estilo de vida que parece imponerse en este convulsionado y acelerado siglo veintiuno. Oteo en el horizonte de «papel» un sustituto electrónico. Me condiciono. Saltan varios aparatos más que no me convencen. Hasta que doy con el exacto artefacto que mis apetencias desean. El camino hacia la tinta electrónica está allanado y tiene la forma de un Kindle de Amazon.
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